viernes, 1 de junio de 2012

Los Embera


Los embera o ẽpẽrá son un pueblo amerindio del occidente de Colombia, el oriente de Panamá. Son unas 70 mil personas . Se conocen como Emberá katío a los que habitan en el alto Sinú y el alto Río San Jorge, departamento de Córdoba y en Urabá; en Colombia, Emberá chamí a los que viven en las cordilleras occidental y central de los Andes colombianos, departamentos de AntioquiaCaldasRisaraldaQuindío y Valle; Chocoes o simplemente Emberá a los que habitan las cuencas del río Baudó y del bajo San Juan, municipios de IstminaAlto Baudó y Pizarro; el río Curiche, municipio de Juradó en el Chocó (Colombia); y en la Comarca Emberá-Wounaan en el Darién (Panamá); y como eperara siapidara o epená, a los de la costa Pacífica de los departamentos de ValleCauca y Nariño en Colombia.

En Panamá se les acostumbra llamar emberá (con tilde), siguiendo la tendencia del español panameño de convertir las palabras en agudas. Emberásignifica literalmente: "La gente del maíz".

Mujeres Embera de Panamá vendiendo canastas y platos tejidos a mano.

Sus actividades principales son la horticultura itinerante de tumba y pudre (no hay quema sino que se deja descomponer lo tumbado para luego sembrar), y la pesca. Practican también la caza y la recolección.
Los Embera se clasifican a sí mismos según sus condiciones de vida, como Dóbida, habitante de las riberas de los ríos; Pusábida, habitante de las costas marítimas (del Pacífico); y en el Chamí (la cordillera), Oíbida de los bosques andinos y Eyábida de las zonas deforestadas.
En la medida en que la colonización destruyó los bosques donde habitaban, varias comunidades Chamí se han hecho sedentarias, con cultivos temporales o permanentes en parcelas familiares establecidas e inclusive algunos grupos son jornaleros, a partir de que sus territorios fueron absorbidos por las haciendas cafeteras, de algunas de las cuales fueron expulsados recientemente cuando bajaron los precios internacionales del café. En el departamento del Chocó, en Colombia, viven en comunidades siguiendo los modelos tradicionales y tienen su propia forma organizativa.


Jaibanismo

Un aspecto de la importante vida de los Embera es su relacionamiento con los espíritus jai por medio de sus jaibanás, chamanes no hereditarios que aprenden de sus maestros ya experimentados, sobre el poder mágico espiritual, desde el cual se regula la vida, la salud, la subsistencia y la naturaleza.
Conciben tres formas de jai: los del agua, Dojura, junto con las Wandra, madres de los animales y plantas que moran en las cabeceras de los ríos; los Antumiá de la selva profunda; y los de los animales selváticos que son transformaciones de almas de los humanos muertos.

Los tratos de los jaibaná con los jai garantizan las actividades fundamentales de la sociedad y la continuidad de los ciclos naturales, estableciendo a la vez la territorialidad de las comunidades. Estos tratos tienen un carácter cosmológico en la medida que la comunicación y convenios con los jai regulan los intercambios entre los diferentes niveles superpuestos del universo.

Dachizeze, padre del mundo más alto, engendró a Tutruicá en el mundo más abajo y a Caragabí en este mundo. Se cuenta que Caragabí pudo hacer a los humanos sólo al pedir prestado el barro a Tutruicá y luego hizo moverse a los humanos porque supo quitarle la pesadez de la tierra. Elmaíz y el Pixbae ó chontaduro fueron traídos de un nivel más alto. Sin el intercambio de materiales y saberes entre mundos, la de la sociedad y la naturaleza no podría continuar. Caragabí logró derribar el árbol Jenené y en su raíz brotó el mar y sus ramas son los ríos y sobre los ríos está una gran serpiente, Jepá, con la que se puede acceder a transportarse entre niveles del mundo, lo cual también ocurre en las cabeceras de los ríos, donde transitan los seres del mundo de abajo y arriba. Los animales cazados que tienen sus madres en las cabeceras de los ríos son gente de abajo visibilizada como animales y las almas de los humanos muertos pueden ser comida de la gente de abajo, como cuando una serpiente pica un humano, se considera que la gente de abajo lo ha cazado.

Los jaibaná continúan la labor de Caragabí y otros héroes de los relatos, al ser instrumentos de trato con los niveles del cosmos y propiciar la continuidad de los intercambios que caracterizan la vida, que es naturaleza y sociedad a la vez.


Lengua
Su idioma pertenece, junto con el de los Wounaan, a la familia de lenguas chocó, que algunos agrupan en una macrofamilia con las lenguas caribe. El embera es una lengua aglutinante y ergativa que privilegia la visión del objeto (o paciente) del verbo.


COSMOVISIÓN DEL MUNDO EMBERÁ

La concepción Emberá se transmite oralmente de generación a generación, a través de
 mitos, relatos y leyendas que enseñan situaciones sociales, relacionadas con el acontecer histórico de su propia cultura y de la concepción que tienen de la vida, reflejada en su cotidianidad. Los personajes de dichas situaciones pueden ser hombres, animales y/o seres primordiales, los cuales van describiendo episodios de la creación, de la obtención de alimentos, de la apropiación de nuevos territorios, de la relación de lo humano con otros mundos, de aventuras de los jaibaná, de lo simbólico y del universo.


Dachizeze o Ankore, como también se conoce, es un ser primordial, femenino/masculino, el cual crea a Caragabi a partir de su saliva. Caragabi se enfrenta a su creador y a su vez da origen a los Emberá y a su mundo, ordenando el cosmos y permitiéndoles el acceso al agua, al fuego y a los alimentos, dándoles así su humanización. Dichos acontecimientos se relatan en el mito del árbol de Jenené.


El universo Emberá lo conforman varios mundos, en algunas zonas se habla de nueve, en otras de tres, puede decirse que son tres niveles y cada uno está compuesto de varios, teniendo así:

— El mundo de Caragabi, que algunos llaman el mundo de las cosas azules, donde residen Ankore, el mismo Caragabi, una serie de seres primordiales, al igual que las almas de los muertos. Este mundo está compuesto por cuatro niveles y se encuentra por encima de lo humano.


— El mundo gobernado por Trutruica, ser opuesto a Caragabi pero con el mismo poder. Está compuesto por cuatro niveles, en ellos habitan los /jai/: este mundo queda debajo de lo humano.


— Y el mundo de lo humano, el cual vive en constante enfrentamiento con los /jai/ y los seres primordiales.

Estos mundos siempre se han relacionado, tanto que antiguamente la relación entre el mundo de Caragabi y el humano era buena. Los hombres podían ascender al de Caragabi por una escalera de cristal, siempre y cuando respetaran la promesa de no tocar las flores que la adornaban. Una vez una mujer subía con su hijo a la espalda, y el niño tomó una flor, rompiendo así la posibilidad de visitar el mundo de arriba.


El mundo humano quedó sin una comunicación directa, pero a nivel del pensamiento se da una interrelación con las esencias de las cosas, pues ellos conciben dos niveles: el de lo cotidiano y el de lo esencial.

Según Vasco (1985), al nivel de lo esencial sólo pueden acceder los jaibaná, pues los individuos comunes viven únicamente lo cotidiano sin llegar a lo esencial, a menos que así lo deseen e inicien un proceso de aprendizaje.


En los mitos hay referencia a una serie de personajes dadores de conocimientos y de algunas prácticas culturales, teniendo así a Betata o Dabaibe, quien enseñó la agricultura, la cestería, la cerámica y la pintura; a Jinopotawarru, quien trajo el chontaduro del mundo de abajo; estos son los más mencionados y de ellos se tiene referencia actualmente. A estos seres no se les celebran rituales ni festividades específicas, los humanos cotidianamente sólo tienen relación con los /jai/.


Los /jai/ o esencias, con las cuales se interrelacionan los humanos, están agrupadas según Pardo (1987) en: espíritus para curar la enfermedad; espíritus de agresión y defensa, entre estos últimos está la madre de agua llamada /antumia/, ser lleno de pelos y causante de los ahogamientos en los ríos, y la madre de monte llamada /pakore/, la cual interfiere en las cacerías; los monstruos de los sitios o animales que custodian lugares como piedras, pasos de los ríos, playas, etc., entre estos tenemos el /nusi/, un pez gigante; los dueños de las especies, pues se cree que las especies de animales tienen su dueño, a los cuales los jaibaná invocan para propiciar abundancia o ahuyentar una especie; el espíritu de la culebra; los espíritus de los muertos, como el /aribada/; y los /jai/ exóticos y modernos, los cuales surgen de la relación con otras culturas, como por ejemplo el /jai/ soldado, el /jai/ avión.


Cualquiera de estos /jai/ puede ser dañino para el ser humano, sólo el jaibaná a través de las ceremonias puede hablar con ellos y entablar relaciones de alianza y de dominio. Al entablar esta relación controlan la naturaleza y mantienen el equilibrio entre hombre, naturaleza y mito. Esta armonía es indispensable para mantener cuerpo y alma también equilibrados.


Dentro de las concepciones Emberá el alma o /jaure/, como ellos la llaman, es la esencia del hombre, pero puede extraviarse; aunque este hecho no ocasiona la muerte, el cuerpo se debilita. El alma puede perderse accidentalmente y sólo el jaibaná puede reintegrarla al cuerpo del enfermo.


Cuando alma y cuerpo están desestabilizados, este último puede exponerse a diversas enfermedades, las cuales son clasificadas en: de /jai/, las originadas por seres esenciales, impredecibles y fatales; las de yerbatero, causadas por animales (culebras, avispas) o accidentes caseros, el mal de ojo, las llagas; y las enfermedades como la malaria, viruela, polio, tuberculosis y en general las enfermedades fruto del contacto con occidente. Según sea la clase de enfermedad se acude al especialista que la curará, teniendo así al jaibaná, al yerbatero y al hospital respectivamente.


También existen otros especialistas como el tonguero, el cual adivina la causa de la enfermedad, a través del uso de las plantas sicoactivas; el sobandero y la partera.

Hay algunas dolencias menores, las cuales cada quien puede curar con remedios caseros, pero cuando la enfermedad, sea del tipo que sea, no tiene cura, sobreviene la muerte, la cual para los Emberá no implica tantos rituales especiales. El muerto es amortajado en sábanas y, si lo hay, se coloca en un cajón de madera o en una canoa a manera de ataúd. El lugar para su entierro será el sitio familiar o comunal destinado para tal fin. No hay cementerios comunales, pero actualmente las comunidades están designando un lugar para sus muertos. En algunas zonas, por el contacto con las creencias cristianas, se entierran cerca a la iglesia. Se cava una fosa con cámara lateral, donde se dejan algunos alimentos para el muerto.


Una vez inhumado el difunto, el jaibaná canta para que el espíritu del muerto encuentre su camino y deje tranquilos a los vivos. Por otro lado, la viuda o viudo y sus familiares expresan la tristeza por medio de cantos, en los cuales se narran las cualidades de la persona ausente, y del uso de la pintura facial y corporal.



El jaibaná

Es el hombre de conocimiento, y según Vasco (1985), "el verdadero hombre". Es el especialista entre los Emberá, quien controla las esencias y entabla relación con los diversos mundos. Su condición de ser jaibaná le permite penetrar en la esencialidad de las cosas, entabla comunicación con ellas, volviéndolas sus aliados para curar o agredir.


El jaibaná no tiene un status dentro de su sociedad, ni deberes rituales para con ella, no ejerce un poder económico, político ni social. De igual manera, frente a él no hay una religión asociada, pero su actividad se vincula a la de la sociedad en caso de curaciones de enfermedades, protección de territorios, propiciar caza, pesca y abundantes cosechas, despedir a los muertos, algunas ceremonias, etc. Aunque realmente su verdadera actividad, el canto y el sueño, es netamente individual.


Jaibaná puede ser cualquiera, hombre o mujer, sin ningún tipo de señal particular. Inicia su aprendizaje desde niño, pero siempre guiado por un maestro, un jaibaná más sabio y poderoso, al cual debe pagar su enseñanza. Una vez listo puede ejercer sólo a partir de los doce años de edad.

El jaibaná realiza una serie de ceremonias cuyo fin es la comunicación con los /jai/. Estas se realizan en las noches y deben tener los siguientes elementos de parafernalia ritual: bebidas embriagantes para los /jai/; bastones de madera; tallas de curación; hojas; totumas; pintura facial y corporal. El jaibaná las oficia sentado en bancos de madera.


Estas ceremonias se realizan de acuerdo con la situación deseada: para curar enfermos, para invocar poder, para propiciar abundancia o buenas situaciones; para iniciar a un jaibaná.

Tenemos como ejemplo el /canto de jai/, que se realiza para la curación de los enfermos. Este rito se desarrolla en un tambo, que de ser un espacio cotidiano se convierte en sagrado, al ser preparado con aguas aromáticas, perfumes, adornos, etc. En este espacio se coloca una casita donde se aloja el enfermo y una barbacoa con totumas llenas de chica para ofrecer a los /jai/, quienes la beben y ayudan a curar.

Los /jai/, según la concepción Emberá, tienen que ver con la vitalidad propia del mundo, de cada objeto inerte o no, y de cada ser viviente, quienes tienen esa esencialidad que los hace exsistir; a ella es a lo que los Emberá llaman /jai/, los cuales vivien en una realidad aparte a la cotidiana.


El trabajo del jaibaná se asocia en algunas ocasiones al uso de los alucinógenos como el pilde (Banisteriopsis sp), bejuco de monte y la tonga o borrachero (datura sp). Los utilizan para la adivinación y una mejor comunicación con los /jai/. Claro que al especialista en el uso de estos alucinógenos se le llama tonguero, y su función es ver lo oculto. En algunas regiones Emberá, varias personas se ofrecen para ver y pueden beber estos alucinógenos.


Pardo (1987) cuenta cómo los Epera celebran unas ceremonias únicas entre los Emberá, en los ríos Saija (Cauca), Sequionda y Satinga (Nariño) y Naya (Valle). Son rituales de rogativa, donde se pide al Creador protección para la comunidad; estas ceremonias son lideradas por mujeres.




Espzc América Indígena


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